Un día de vida alfarera
Crónica
Un
día en la vida de Mercedes Acaro, alfarera de Corazón.
Mercedes y su taller de alfarería
Son las 05:00 del lunes 16 de Marzo del 2020, el alba esparce su belleza frondosa entre los horizontes que entretejen los valles vírgenes de la contaminación ambiental; en este lugar habitan arbolitos de mango, guabas y pomarrosos, aquí los pajaritos de colores, los gorriones, las ardillas y las mariposas hacen de las suyas, entre los hidalgos protectores de la parroquia San Roque, sus hijos forjados de trabajo y amor por su tierra.
El
reloj antiguo que prende de la sala marca las 05h15, el sol se levanta; su piel
se filtra por las rendijas de la ventana desnuda como lo hace Mercedes Acaro,
una mujer hermosa de cabellos luminosos y delicados que acarician cual seda
humana el corazón de quienes tienen el honor de convivir, día tras día con su
presencia que suele acariciar el alma ajena con su solo y benigna sonrisa
radiante.
Luego
de su despertar, antes de poner el primer pie en tierra, eleva una oración de
gratitud por el nuevo día de vida que le ha sido concedido, tiene la costumbre
de tender su cama con delicadeza, su talento para doblar sábanas y cubrecamas
deja un acogedor ambiente que dura todo el día, enseguida ingresa al baño que
se encuentra a tres metros de su humilde morada, hecha de composición mixta
entre adobe, tabla y hormigón, exhibe su bello rostro ante un espejo envejecido
por el tiempo cruel que marca la vida de los pobres, tallando arrugas en la
piel y experiencias en la mente que sirven para afrontar las adversidades en la
vida.
El
reloj marca ya las 06h00, el tigrillo de verde con huevo y queso decora su mesa
cuadrada que guarda seis espacios a su alrededor, su esposo y tres hijos
saborean el exquisito café pasado al escuchar las noticias llenas de casos de
corrupción y desastres de una pandemia que azota el mundo entero. Ante ello, Ángel,
el padre de la casa, figura expresiones de lamento en su rostro mestizo, de
cejas gruesas y pobladas, pero de pronto la hija menor salva el momento
bromeando al decir que soñó con su esposo, quién le había regalado una rosa con
cara de osito.
En
fin, dan 09h00, el canto de los gallos se desvanece, Mercedes está lista y dispuesta
para iniciar su jornada de labor, con la mejor energía entra en la habitación
trasera de su hogar donde ha improvisado su pequeño taller de alfarería,
enciende la luz, prende el torno, se pone su bata que cuelga detrás de la
puerta y alista la greda con el toscón para preparar el barro, mezcla que debe
tener la consistencia ideal para luego dar forma y volumen a las ollas de
barro. En una mañana de trabajo normal, Meche de 38 años logra moldear una olla
de barro de tamaño mediano y deja listo todo lo necesario para realizar la
siguiente, como lo son limpiar los utensilios para estilizar y embellecer los
bordes, para ello usa piedras que tienen un su fisonomía “pareja”, como lo dice ella en sus propias palabras
En
pleno corazón de la mañana, Rosa Mercedes se pone manos a la obra, para iniciar
ella escoge la tierra adecuada, luego la hace “orear” secar, por unas cuantas horas a sol y viento, el siguiente
paso es triturar la tierra en un molino manual hecho de madera que consiste en
una especie de batán, en el cual se golpea la tierra con un pilo, enseguida
añade poco a poco cantidades pequeñas de agua hasta elaborar el barro, al cual
se le da la forma de una esfera que luego se extiende formando una plancha
homogénea, lista para colocarla en el torno.
En
este proceso ella se moja recurrente mente las manos para evitar que se pegue el
barro y usa trozos de tela, caucho y plásticos en desuso, para moldear poco a
poco la superficie, el exterior y el contorno de cada olla de barro. Trabajo
que lo hace con mucho amor y dedicación, porque le gusta.
En
este arte alfarero ha culminado la mañana de la señora Mercedes, es hora de
almorzar y se dirige a su casa para servir la comida que gentilmente ha
preparado su hija Sofía de 20 años, una señorita de belleza despampanante que
deslumbra con sus ojos azules y sus cabellos castaños a toda persona que se
cruza con su beldad, enseguida se predisponen a comer, dan gracias a los
alimentos y la familia junta almuerza entre comentarios e historias, planes y
risas.
Al
empezar la tarde, 14h00, Mercedes toma su canasta con 10 o 12 ollas azadas,
totalmente terminadas y se dispone a salir para venderlas en el pueblo más
cercano llamado Piñas, donde existe un comercio ideal para ofertar este
producto, siempre lleva consigo una caballeta y dos tablas; son las 15h30 y
ella ya tiene ordenado y armado su puesto, ubicado en la esquina de una cuadra
donde hay una panadería bastante concurrida llamada “Pan dorado”.
Y
así va muriéndose la tarde en el transcurrir de la niebla que abraza a los
piñasiences. Gracias a la atención llena de amabilidad y gentileza que brinda
Mercedes. Este día logró vender ocho ollas y ganó al rededor 115 dólares, fruto
del arduo trabajo de 15 días aproximadamente, Ya cuando el sol se despide del
altiplano orense y el reloj de la catedral marca las 18h00 con campanadas
incluidas, Mercedes guarda las ollas que le han sobrado de la venta buena, que
hubo hoy, como en ningún otro día, ya que en ocasiones no suele vender casi
nada y se regresa triste, pero llena de esperanza y confiada de que el día siguiente
será diferente. Ella arma su caballeta y acomoda todo con mucha precaución,
cuidando que no se rompa nada al momento de emprender su viaje de retorno a
casa, no sin antes comprar leche, pan y huevos para el desayuno de su familia.
El
día llegó a su fin, yo soy su nieto Fredy y siempre acompaño a mi abuela
Mercedes cuando hace las ollas y sobre todo cuando sale a venderlas, ella me
quiere y me enseña muchas cosas sobre el mundo, la vida y las personas, me dice
que siempre es bueno ser buenos y que si obras mal simplemente no lograras ser
feliz realmente, que si tienes una conciencia sucia, eso no te permite respirar
con fluidez. Entre mí, siempre pienso que ella es la mujer más responsable y
amorosa que he conocido, un verdadero ejemplo de vida, a su lado el tiempo se
me detiene violentamente, el día es felicidad. Son las 20h00 del segundo lunes
de marzo, Mercedes se sienta en los muebles de su casa a pensar en que es feliz
y reflexiona que la familia es lo más importante en el mundo porque el dinero
va y viene, pero las personas son irrecuperables, ella en este espacio de
meditación siente que la felicidad consiste en la paz y en la cantidad de amor
que estamos dispuestos a dar, simplemente, eso…
Por:
Grupo “G” de redacción periodística y Periodismo Digital
Cristian Vélez, Geraldine Ramírez, Briggete Vega, Alejandra Patiño y Fredy Torres.
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